Es muy posible que la lectura del título de esta entrada haya disparado toda una serie de imágenes, sonidos e ideas en tu memoria y que tu cerebro ya haya formulado una respuesta más o menos vívida de lo que se entiende por eso de la cultura (china). A lo mejor parte de esa información que almacenas proviene de documentales o libros que intentan ofrecer una respuesta ilustrativa de la realidad cultura de este país, o quizás eres un experto en el tema, en cuyo caso es probable que no necesites seguir leyendo.
Ahora bien, ¿cómo podríamos definir lo que es la cultura (china)?
Si lo intentásemos imitando los primeros pasos de la antropología, podríamos elaborar una suerte de descripción tyloriana consistente en “aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres, y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos”.
No obstante, (China) es un país compuesto por (56) grupos étnicos. Así pues, ¿elaboramos una lista de características culturales para cada una de ellas y las ponemos una detrás de otra? Es probable que el mosaico de elementos resultante nos ayudase a hacernos una idea más precisa del asunto. Sin embargo, hay una serie de cosas que fallan con este tipo de respuestas a lo que es la cultura (china).
En primer lugar, existe el problema de que entre esos (56) grupos existen cantidad de realidades culturales que son fruto de la mezcla de dos o varios de ellos. Es decir, las (56) etnias o etnicidades, dependiendo de la escuela política o antropológica que más nos guste, ocultan un fondo cultura multiforme sobre el cual han sido definidas por obra y gracia de las autoridades. Es decir, normalmente son los estudiosos y los políticos quienes “ordenan” de forma teórica y/o práctica esa amalgama cultural y la separan en categorías haciendo uso de criterios a menudo cuestionables desde el punto de vista científico.
En segundo lugar, muchos de esos grupos son de naturaleza fronteriza y pueden ser considerados como parte de la(s) cultura(s) de países vecinos. Por ejemplo, (China) también incluye a los (coreanos) como uno de los grupos étnicos históricos que conforman su rompecabezas cultural. Pero aún hay más, ya que los (manchúes), quienes dominaron los últimos (250) años del (Imperio chino), fueron considerados como una (dinastía) “extranjera” por los (han).
En tercer lugar, tal y como muestra el propio caso de los (manchúes), quienes (impusieron la célebre trenza china a lo largo y ancho del país), está claro que no todos los grupos étnicos han tenido el mismo impacto en la realidad cultural de país. Además, también habría que tener en cuenta su peso demográfico, categoría en la que los (han) ganan por goleada (92% de la población). Es decir, para que el mosaico antes mencionado fuese realmente representativo habría que determinar el tamaño de cada pieza, pero dudo que nunca llegue a existir una fórmula consensuada capaz de hacerlo.
En cuarto lugar, cada uno de los grupos muestra diferentes niveles de afinidad hacia los procesos de modernización, lo cual, a su vez, plantea otro gran problema: ¿podemos considerar la modernización como un movimiento originario de unos pocos países occidentales y más o menos exportable a cualquier otro? ¿O—como diría Eisenstadt—deberíamos hablar de una serie de modernidades múltiples?
Obviamente, todas estas cuestiones disparan la complejidad de la pregunta original de qué es la cultura (china), y resulta todavía más obvio que esa complejidad no nos satisface o nos molesta, porque Internet está llena de información que trata de simplificarla con otro nuevo sinfín de formulaciones que rara vez coinciden en sus componentes.
Es más, cualquier definición resumida de lo que se supone que es la cultura (china) sigue planteando los mismos problemas antes mencionados. De hecho, es muy probable que los agrave. Es decir, referirse a (los ideogramas, las especialidades gastronómicas, el té, la seda o las artes marciales), así como recurrir a las grandes corrientes del pensamiento, como el (confucianismo, el taoísmo o el budismo), o utilizar términos como el de la “(China) cultural” no nos ayuda demasiado, y buena prueba de ello son las continuas disputas con los países vecinos a la hora de reclamar el patrimonio cultural.
Por ejemplo, a lo largo de mis investigaciones, me topé infinidad de veces con el término (“capitalismo confuciano”), pero cuanto más lo estudiaba y más lo contrastaba con la realidad multiforme que me rodeaba en (China), menos útil me parecía. Supongo que por esa lógica también podríamos utilizar el término (“capitalismo cristiano”), pero no lo hacemos porque nos parece demasiado burdo, y porque entendemos que la parte de la realidad en la que se cruzan (el capitalismo) y (las diferentes ramas del cristianismo) es demasiado compleja.
Sin embargo, todos sentimos en cierta medida la necesidad de recurrir a estas simplificaciones, quizás porque nuestro cerebro ya tiene bastante con la complejidad de la realidad cultural en la que hemos crecido y se siente abrumado ante la idea de otorgar semejante grado de complicación a las demás realidades. Por cierto, ¿se encontraría ahí el origen biológico-económico de la xenofobia?
Al mismo tiempo, como he sugerido antes, las culturas y sus identidades podrían no ser más que el invento una élite político-social que se apropia de la capacidad creativa de los individuos y de la sociedad para lograr sus fines. Desde luego, la historia está llena de ejemplos en los que las culturas y sus identidades imaginadas se pusieron al servicio de dudosos objetivos. Pero no todo tiene por qué ser tan grave y dramático en la vida, e igual que no es necesario ofrecer toda la información que compone nuestro ser para hacer posible la amistad, resulta comprensibles que limitemos los componentes de nuestra identidad étnica o nacional a una serie de rasgos destacados.
No obstante, si te entran dudas al respecto, te recomiendo el experimento de volver a leer esta entrada sustituyendo el contenido entre paréntesis por la cultura nacional con las que os sentís identificados, solo para ver lo que pasa. A lo mejor resulta un desastre o a lo mejor hasta te resulta divertido.


