Reconozco que la música pop de China no es mi favorita y normalmente me intereso más por artistas y bandas de rock, metal o incluso de folk, muy de moda últimamente. Sin embargo, hace ya semanas que no me puedo quitar de la cabeza algunos de los temas de Jay Chou (周杰伦), seguramente el autor que más fuerte ha pegado en el panorama musical chino desde los legendarios Beyond.
Es posible que muchos no hayáis oído nunca hablar de él, o a lo mejor a alguno os suena por su papel de Kato, antes interpretado por Bruce Lee, en la película Green Hornet. Supongo que el hecho de que cante en mandarín tiene mucho que ver con las limitaciones de su éxito internacional como músico. Pero creo que no exagero al decir que Jay Chou es el campeón indiscutible del pop para los chinos nacidos a partir de mediados de los 80, y todo indica que sigue teniendo mucho tirón entre las nuevas generaciones.
Su infancia y juventud guardan varios de los ingredientes también presentes en el pasado de otros grandes compositores: un interés temprano e intenso por los sonidos y la música, lecciones de piano y chelo, y algún percance en la familia y la escuela que se tradujo en tiempo extra para la introspección y la creación artística.
En el año 1998, Jay participó en un concurso de talentos y su presentador, Jacky Wu, una notable celebridad del entretenimiento en Taiwan, lo pescó inmediatamente para trabajar en la compañía Alfa Music, donde el joven de apenas 20 años se dedicó a componer, grabar y mezclar temas para otros artistas destacados.
En los dos años siguientes compuso un gran número de canciones, muchas de las cuales fueron rechazadas por diversos interpretes debido a lo atrevido y particular de su estilo. Sin embargo, aquello que otros descartaron por diferencias de estilo o por falta de miras se reveló como todo un filón de oro una vez que el artista taiwanés se animó a cantar sus propias composiciones.
Su primer álbum, titulado Jay (2000), llegó a colarse entre los 10 discos en mandarín más vendidos de Hong Kong, y en menos de en un año deslumbró a las audiencias de ambos lados del estrecho de Formosa con Fantasy. Aunque ambos trabajos contenían algunos temas muy fáciles de escuchar, otros causaron un revuelo entre críticos y audiencias por su forma de “tartamudear” rap entre piezas que mezclaban piano, guitarras eléctricas y diversos instrumentos tradicionales de China.
Esta heterodoxia intencionada se manifiesta en algunas de las letras compuestas por él mismo, como en el hit Tu Er Qi Ice Cream, donde se pregunta: “¿quién dijo que para hacer música china hay que usar la escala pentatónica?”. Sin embargo, la temática de sus trabajos, escrita principalmente por su inseparable Vincent Fang, trata cuestiones que van mucho más allá del folklore y los tópicos culturales de China, y suponen un respiro para cualquiera que, como servidor, aborrezca las historietas de amores y desamores de siempre.
Ahora bien, puestos a elegir el tema que mejor combina lo moderno y lo tradicional de la música china, personalmente, me quedo con Dragon Fist, en cuyo vídeo (arriba) vuelve a manifestarse la inclinación de Jay por el kung fu y se entrevé su futura faceta de actor.
Para el 2004 Jay ya había publicado su quinto álbum y esta vez sí fue acogido de forma muy positiva por parte de la crítica, aunque prácticamente nada había cambiado en su forma de entender y hacer música. Ese mismo año, sus cifras de ventas lo auparon al trono de los músicos chinos, con más de 50.000 copias en Hong Kong, 300.000 en Taiwan y 2,5 millones en China continental.
Tras semejantes éxitos musicales y con 27 años a sus espaldas, el taiwanés comenzó a trabajar en el cine, protagonizando una versión cinematográfica del manga Initial D, por la que obtuvo varios premios al actor revelación. Poco después llegó su participación en Curse of the golden flower (2006), con la que logró asomarse a las audiencias occidentales, que volverían a encontrarse con él en películas como la ya citada The green hornet o la más reciente Now you see me 2.
Por si actuar fuera poco, Jay Chou también se ha atrevido a dirigir un par de películas, entre las que destacó Secret (2007), donde, de hecho, luce más como director que como actor principal. No obstante, aunque es posible que su dedicación al cine haya robado tiempo a sus actuaciones y composiciones, lo cierto es que en todos estos años a logrado mantener casi el mismo ritmo de producción musical, cercano al álbum anual, gracias al cual ya suma nada menos que 14.
Por cierto, su último álbum, titulado Jay Chou’s bedtime stories (2016) está siendo todo un éxito y ya se habla de él como uno de los lanzamientos más destacados del año en tierras chinas. Os dejo con uno de sus últimos vídeos, coprotagonizado por el baloncestista de la NBA Jeremy Lin, para ver si os convence.



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