En la provincia de Sichuan, no muy lejos del Gran Buda de Leshan, hay un lugar en el que se puede tomar un auténtico tren de vapor y viajar décadas atrás en la historia de China. Me refiero a la zona minera de Jiayang, a la que mencioné de pasada en otro reportaje sobre las locomotoras jubiladas del país. Hacía mucho tiempo que quería visitar este lugar y hace dos días por fin realicé este pequeño sueño personal.
En el vídeo que acompaña a esta entrada os enseño los trenes en detalle y podéis ver cómo es viajar dentro del vagón regular, el que todavía utilizan algunos de los habitantes de Jiayang como medio de transporte habitual. Pero me gustaría aprovechar esta bitácora para ofreceros algo más de información sobre este fascinante y todavía poco conocido rincón de China.
La historia de esta zona montañosa está estrechamente ligada a los periodos de guerra e industrialización del pasado siglo. En 1898, el gobierno de la dinastía Qing firmó un contrato con la compañía minera Zhongfu Meitan para permitirle extraer carbón a cambio de un 35% de los beneficios. Esta empresa se instaló en la provincia norteña de Henan, todavía conocida por su industria carbonera. Las cosas funcionaron muy bien hasta el año 1937, cuando la guerra de resistencia contra los japoneses obligó al gobierno a mover los medios de producción clave para la nación. Así es como parte de la industria minera de China se desplazó hacia el sur, desde el Río Amarillo al Río Yangtsé.
El convoy de equipos, personal y conocimientos realizó una parada en la ciudad de Hankou, parte de la actual capital de la provincia de Hubei y prácticamente de toda la China Central. Sin embargo, los japoneses todavía estaban muy presentes en esta ciudad, a la que la resistencia china comparaba con Madrid, por lo que se decidió continuar hacia el oeste. Así llegaron hasta la vecina provincia de Sichuan, donde el conjunto de personal y medios se dividió en cuatro grupos que explotarían cuatro yacimientos, entre ellos el de Jiayang.
Tras la retirada de los japoneses y los nacionalistas del Kuomitang, se fundó la Nueva China y en el año 1952, la mina de Jiayang pasó a ser propiedad del Estado bajo la denominación de “Mina 406”. En aquel mismo año, la Unión Soviética envió a China 81 pequeñas locomotoras de la clase P24 fabricadas en Polonia (abajo). Estas máquinas de rodaje 0-8-0 corrían sobre vías estrechas y fueron una solución ideal para la geografía montañosa de Jiayang y las necesidades de rápida industrialización de China.
Además, junto con las locomotoras llegaron los conocimientos técnicos necesarios para que el país de Mao pudiese fabricarlas, lo cual se consiguió en apenas 6 años. De acuerdo con algunas fuentes, en total se produjeron unas mil unidades de este modelo soviético, al que los chinos dieron nombres de clase como C2, YJ, ZM-4, ZG y ZM16-4. Pero lo más curioso es que estas locomotoras siguieron produciéndose hasta 1988, el año en que nació mi mujer, Lele. De hecho, ella recuerda haber visto locomotoras de vapor funcionando en zonas industriales y aunque hoy en día los trenes de alta velocidad son el orgullo de este país, hubo un tiempo en el que estas máquinas convivieron con los no menos portentosos ingenios del carbón.
En 1958, comenzó a construirse la línea de ferrocarril para el tren de vapor de Jiayang, de un total de 20 kilómetros. En principio, se trataba de un proyecto con fines puramente industriales, pero pronto se le añadieron vagones para transportar a los habitantes, quienes carecerían de una carretera (más bien pista) en condiciones hasta el año 2012. Como muchos sabréis, aquel año marcó el inicio de las controvertidas políticas del Gran Salto Adelante, las cuales resultaron fatales para muchas zonas con dificultades para cumplir con los inverosímiles objetivos de producción de Mao. Sin embargo, pese a estar perdida entre las montañas, Jiayang era un lugar próspero en el que apenas se sintieron los problemas de aquellas políticas económicas, aunque parece que sí se vivieron ciertos momentos de caos durante la Revolución Cultural.
Las minas y el ferrocarril de Jiayang siguieron funcionando a pleno rendimiento hasta los años 80, periodo en el que el los yacimientos de la zona dejaron de ser rentables. Aquellos también fueron los años de las reformas económicas y de apertura, en los que cantidad de habitantes de la zona partieron a las ciudades en busca de mejores oportunidades. Años más tarde se propuso la apertura de una central térmica que aprovechase el todavía abundante carbón para producir electricidad, pero este proyecto no vio la luz hasta el año 1996.
Con la llegada del nuevo siglo, la desaparición de las locomotoras de vapor hizo que nostálgicos y curiosos se acercasen a Jiayang para montar en sus trenes de vapor, y en el año 2010 el gobierno le concedió la categoría de Parque Nacional Minero.
Esta transición a la economía del turismo ha aportado los recursos necesarios para mantener con vida lugares prácticamente congelados en los años 60 del Siglo pasado, como la localidad de Bagou, que es un auténtico museo viviente. Afortunadamente, a excepción de los meses primaverales, cuando el paisaje se amarillea con las flores, las minas de Jiayang no son un destino masificado, aunque recomiendo visitarlas en días laborales para poder disfrutar de una experiencia casi libre de turistas.
Si queréis acercaros a este lugar, podéis hacerlo en autobuses directos desde Chengdu o tomando un tren hasta Leshan y una serie de autobuses de línea hasta el parque minero. El tren de vapor cuenta con varias líneas diarias y la opción de viajar en un cómodo vagón para turistas o en el vagón para los pasajeros regulares. Mi recomendación es que toméis el segundo (llevad una máscara si tenéis problemas respiratorios) y paréis en Bagou para visitar el pueblo. Desde allí es posible volver en furgoneta por una reciente pista montañosa que atraviesa unos parajes rurales de lo más idílico.



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