La utopía del individuo en la China superpoblada

Cuando preguntas a los jóvenes de China por qué están dispuestos a invertir tantas horas de estudio o de trabajo, la mayoría señala al factor de la superpoblación como causa principal. Para ellos la ecuación es bien sencilla: hay demasiada gente para la cantidad de bienes y servicios disponibles, y el resultado es un estado de fiera competencia por el acceso a una vida digna.

Sé que muchos esperarían referencias a la disciplina que se les impone en las escuelas, a las condiciones de explotación que imperan en muchas fábricas, o a ciertas particularidades de su herencia cultura, pero la mentalidad china tiende a explicar los fenómenos sociales desde el enfoque del pragmatismo y de un materialismo relativamente acrítico con la élite social —”enriquecer primero a unos”, decía Deng Xiaoping.

Por supuesto, tanto la hegemonía del Partido Comunista de China, como la herencia del pensamiento antiguo tienen mucho que decir sobre la popularidad de estos dos ismos, pero cuando incluso las personas con mayor capacidad crítica y reflexiva coinciden sobre las mismas claves, lo razonable es dejar de lado los intentos de re-interpretar las explicaciones obtenidas y tratar de entenderlas en su contexto social.

Y sí, entiendo que a muchos sociólogos les parezca mucho más elegante tratar de explicar el despertar del gigante chino a través de la ética confuciana, pero toda esa sublimación sociológica resulta hueca y estéril cuando obvia hechos como que los institutos chinos tengan 50 (o más) estudiantes por aula, o que apenas 100 estudiantes de la provincia de Henan, la más poblada del país, puedan acceder anualmente a la solicitada Universidad de Pekín.

El pensamiento religioso, metafísico e idealista de nuestro Occidente ya desarrollado nos tienta continuamente a pensar en China como un país que se esfuerza por recorrer “el buen camino” del progreso socio-económico, pero que no llegará a buen puerto hasta que abrace los ideales que, supuestamente, guiaron la modernización europea y norteamericana. Es decir, da igual que China haya sacado a 400 millones de personas de la pobreza, porque mientras no se consagre al santo individuo y a la inmaculada democracia, sus logros serán objeto de duda y sospecha.

Ahora bien, ¿es posible hablar de individuos y de sus derechos cuando todavía no se ha conquistado un espacio de facto para ellos?

Quien haya vivido en la China del desarrollo y tenga un mínimo de empatía sabe muy bien de lo que hablo: ir y volver del trabajo en autobuses a rebosar; quedarse sin volver a casa en año nuevo por haberse agotado los billetes de tren; salir un día de vacaciones y acabar psicológicamente anulado en una marea de gente.

Y conste que se equivocan mucho quienes piensan que a los chinos les resulta natural esta particular configuración de demografía y bienes y servicios disponibles. Basta con tomar el metro en hora punta para comprobar que el estoicismo chino tiene sus límites, y que su reacción al empujón de turno no consiste en recitar un proverbio de Confucio, sino en un humanísimo gesto de agobio. Porque es posible que en el mundo no haya mucho acuerdo sobre lo que nos conmueve o nos motiva, pero quedar enlatado en la muchedumbre es universalmente molesto.

Por eso, quizás somos nosotros, los privilegiados occidentales, quienes se engañan al naturalizar un idealismo que puede no tener mucho sentido sin esa libertad “agarrable” con la que sueñan los proto-ciudadanos chinos. A lo mejor hemos olvidado la enorme importancia de que las personas puedan decir basta y tomarse un respiro de unas horas, o incluso unos días, antes de saltar nuevamente al tren de vida y encontrarlo todo como estaba. Porque en la China en desarrollo esto es simplemente imposible.

Si a un joven chino de clase baja o media-baja le entra la flojera y decide bajarse del vagón, para cuando llegue el siguiente tren, ya habrá descendido puestos en la alocada carrera económica que atraviesa el país. Y para cuando se dé cuenta, le habrá ocurrido aquello que más temen los jóvenes estudiantes y profesionales de China: ser dejado atrás. Pero no en ese segundo plano del ciudadano anómino-mágico de Doctor en Alaska, sino en el fondo emborronado de la masa que llena las salas de espera.

Que yo sepa, existe al menos otro país superpoblado al que muchos comparan con China, y al que algunos aplauden por sus intentos de materializar algunos de los ideales que las potencias occidentales extendieron durante el periodo colonial, aunque especialmente después de aquel.

Sin embargo, la inmensa mayoría de los chinos preferiría quedarse en su políticamente criticado país antes que emigrar a la India, porque saben muy bien que, tanto en Europa como en Estados Unidos, no son las leyes, sino los esfuerzos personales y familiares, los que garantizan el derecho a la vivienda digna, ese espacio de intimidad indispensable para el individuo y sus aspiraciones.

12 comentarios en “La utopía del individuo en la China superpoblada”

  1. Es decir, da igual que China haya sacado a 400 millones de personas de la pobreza, porque mientras no se consagre al santo individuo y a la inmaculada democracia, sus logros serán objeto de duda y sospecha.

    Este párrafo resume todo el magistral artículo. Es necesario que ninguno olvidemos que China tenía en sus objetivos para 2012 declarar oficialmente erradicado el hambre. A elegir entre votar y comer, elegían comer, porque un cambio total de estructura económica y social no es posible darlo dependiendo de la eventualidad de las urnas.

    Es verdad que el recorrido que le queda a China es todavía muy largo. Pero mayoritariamente los chinos creen que avanzan en la dirección correcta (yo también). Cuando pienso en el camino que recorre España no puedo pensar lo mismo.

    1. Efectivamente, Javier. Después de ver las imágenes de los rascacielos chinos, y del despilfarro de sus clases altas, a veces nos olvidamos la carrera de fondo que queda todavía para las clases bajas y medias. Pero China ha aprendido que la propia inversión en ciencia y tecnología ofrece a los ciudadanos formas más justas de movilidad social, y su sólida apuesta por el I+D va a traer ventajas que beneficiarán a todo el país, cosa que no podemos decir de España: http://www.globalasia.com/actualidad/economia/china-aumenta-un-15-su-inversion-en-id

      Y es cierto que los chinos se preocupan cada vez más de la justicia y de sus derechos como ciudadanos (aunque en su documento de identidad consten como “residentes”), pero todavía quedan millones y millones de chinos dispuestos a soportar condiciones de explotación con tal de ahorrar un poco, pagar los estudios de sus hios, y comprar un piso para que se puedan casar (requisito casi indispensable para los varones). Y hasta que buena parte de esa población no alcance cierto nivel de bienestar material, no creo que se produzcan grandes avances para proteger a la sociedad civil.

  2. Básicamente esa respuesta es “estudio por miedo”. Mejor pensar qué puedo estudiar y hacer para cambiar las cosas y no tener miedo, por ejemplo, conseguir que las personas, por convicción propia (es decir, mediante cultura) reduzcan la tasa de natalidad de manera voluntaria.

  3. Puede que China piense que ése es el camino adecuado pero, desde luego, eso no es vida. Más bien pienso que (no sólo en China, sino en India, Estados Unidos, Europa, todos los países) tendremos que llegar a un sistema que te garantice una vida digna sin necesidad de tener que vivir al límite de la extenuación. Y eso se consigue con leyes o con cambios de modelo. Aunque en ningún país se haya hecho de manera perfecta, y menos ahora mismo.
    Que China ha hecho un gran avance en los últimos años en algunos sentidos, es evidente. Que queda mucho y se necesita, como decís, más avance en la sociedad civil para lograr avanzar en otros, también. Pero se nota que algo se mueve. Protestas en determinados centros de trabajo, movimientos en algunas regiones, etc, etc. Y muchos de ellos ya no sólo piden más bienestar económico: también piden cambios en las condiciones de trabajo y también más democracia. Está claro que democracia sin comida no es tal, pero la experiencia dice que sin democracia te puede costar mucho adquirir ciertos derechos que son esenciales en la vida. Puede que lo que haya hecho hasta ahora China tuviera algo de necesario, pero también veo claro que ésta es una fase de transición que no podrá mantenerse indefinidamente.
    Dicen que en el Partido Comunista Chino hay tres corrientes: las que quieren volver a los viejos tiempos, las que apuestan por el actual modelo a muerte, y las que quieren implantar una especie de socialdemocracia. De momento, las urnas ni están ni se esperan. Ya veremos qué acaba pasando.

    1. Tomando el contexto internacional capitalista como base, no existe forma en que China crezca sobre el resto de los paises del mundo, si no es através de aceptar esa competencia salvaje interna.

  4. Hola Javier,

    Lo primero, felicitarte por este magnífico blog, en especial por los análisis profundos que haces desde el punto de vista cultural/sociológico. Consulto muy a menudo otros blogs de temática parecida, pero anglosajones. Como bien apuntas, caen frecuentemente en conceptos exóticos y un poco “oscuros” que sin embargo desde el punto de vista mediterráneo se entienden perfectamente.

    He tenido la suerte de trabajar (por poco tiempo) en China, con compañeros de trabajo chinos. Desde el punto de vista cultural, me chocaron varias cosas. Si tengo que destacar una, sería sin duda la falta de espíritu crítico frente a los problemas del país.

    Esta falta de autocrítica se desarrolla en varias fases:
    1. En un primer momento, no hay discusión posible. Se esgrime que la cultura China se remonta 5000 años atrás, por lo que de entrada un laowai no tiene vela en este entierro.

    2. Seguidamente, si uno aprieta un poco más (delicadamente), ceden un poco: “sí, es cierto, el sistema no es perfecto, pero es el mejor de los posibles”. Y estoy relativamente de acuerdo. Como apuntas en esta entrada, los medios en occidente omiten (incluso esconden) el colosal esfuerzo que ha realizado China para sacar a millones de personas de la pobreza. En cambio, esos mismos medios se indignan por el hecho de que Youtube esté censurado. Pero ese es otro tema.

    3. Finalmente, si uno insiste aún más, surge la respuesta que me siempre me deja frío: “sí, vale, otro sistema mejor es posible, pero no es de mi incumbencia. No puedo hacer nada al respecto”. Y me deja frío porque me parece una actitud tremendamente individualista y egoísta, muy en contra del supuesto “colectivismo”/”supremacía de la sociedad sobre el individuo” que caracteriza a la sociedad china.

    En fin, quizá sea por el hecho de anteponer la prospéridad familiar a todo lo demás, pero este leitmotiv “it’s not my business” me choca.

    Me gustaría conocer, a grandes rasgos, tu opinión al respecto, que seguro que es más sólida que la mía.

    Un saludo y enhorabuena por el blog

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