Magia, religión y ciencia en la China del progreso

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Cuando estudiaba en la universidad, una de mis asignaturas favoritas era la de antropología de la religión, y durante mi estancia como investigador en China me acordé muchas veces de las teorías propuestas por los pioneros de esta fascinante área de estudio.

Igual que ocurrió con muchas otras disciplinas de las ciencias sociales, la antropología dio sus primeros pasos apoyada en un ya discutidísimo enfoque que mezclaba eurocentrismo, evolucionismo, y alguna que otra dosis de racismo. Desde luego, hoy en día resulta muy fácil señalar los errores metodológicos de aquellos primeros estudios, pero igual que ellos trataban de ponerse en la piel de los “hombres primitivos”, nosotros también deberíamos entender la enorme brecha tecnológica que separaba a los europeos del Siglo XIX y a los habitantes de Samoa, por citar uno de los objetos de estudio más célebres.

Por ello, aunque soy muy consciente de las fallas que cometieron los antropólogos pioneros, entiendo perfectamente que el bueno de Edward Burnett Taylor llegase a la conclusión de que el monoteísmo dominante en potencias como Inglaterra tenía que ser una forma de conocimiento más avanzada y más cercana a la ciencia que el politeísmo o el animismo, al que situaba en los comienzos del pensamiento religioso.

Esta perspectiva tuvo un gran impacto en los pensadores de la época y sus variantes se mantienen vivas hasta nuestros días, a través de las teorías del gigante de la sociología Max Weber, quien consideraba que el cristianismo protestante estableció una afinidad decisiva con el germen de la mentalidad moderna y capitalista.

Sin embargo, esta lógica que enlazaba al cristianismo con las más altas cotas de desarrollo científico y tecnológico se ha visto perjudicada por el auge de ciertas potencias que ni siquiera encajan bajo el sello del monoteísmo, como Japón y la propia China.

De hecho, en China, donde ya se invierte un porcentaje más alto que el español en I+D, los teléfonos de última generación y los transplantes más avanzados conviven con cultos mágicos que el propio Taylor hubiese catalogado junto con las formas más primitivas de las que tenía constancia.

Ahora bien, entre los autores clásicos de la antropología también hubo quienes reivindicaron el aporte pseudocientífico de la magia, como el propio James George Frazer, autor de La Rama Dorada. Según Frazer, los magos interpretaban el orden natural de forma impersonal, y sus prácticas, aun cuando fuesen erróneas, obedecían a ciertas leyes que se presuponían constantes.

De acuerdo con las explicaciones de Frazer, muchas prácticas mágicas se basaban en un principio “simpatético”, según el cual aquellos objetos o fenómenos semejantes o cercanos en el espacio y el tiempo reaccionaban o se atraían entre ellos, con la posibilidad de “contagiar” sus estados. Además, el conocimiento mágico contaba con un cuerpo teórico y práctico que otorgaba a los seres humanos una sensación de poder y seguridad sobre la naturaleza.

No obstante, según Frazer, la ineficacia de los rituales y encantamientos hizo que poco a poco se diese paso a otro tipo de pensamiento dominado por dioses capaces de alterar la naturaleza y decidir el destino de los hombres, quienes perdieron gradualmente su centralidad en el cosmos.

Así pues, pese a sus diferencias en relación al potencial de la magia, Frazer coincidió con Taylor en que la creencia en los dioses pertenecía a una etapa evolutiva posterior a la del animismo y la magia.

Sin embargo, si estudiamos la historia y la idiosincrasia del Imperio Chino, la primera potencia económica mundial hasta bien entrado el Siglo XIX,  nos encontramos con que la visión imperante del mundo y el hombre se apoyaba en lo que Benjamin I. Schwartz denominaba “cosmología correlativa”, concepto que encuentro muy estrechamente ligado a la magia “simpática” de Frazer.

Schwartz entronca la cosmología correlativa con el taoísmo, principal religión autóctona de China, y con los conceptos del Ying y el Yang, y según sus propias palabras, se trataría de una cosmología o antropocosmología “en la que las entidades, procesos y clases de fenómenos encontrados en la naturaleza corresponden a o van junto con diversas entidades, procesos y clases de fenómenos en el mundo humano”.

Puede que esta definición suene algo abstracta, pero la cosmología correlativa es el principio que explica rasgos muy conocidos del gobierno de la China Imperial, como la función ritualista del emperador y la convicción de que su obrar tenía un efecto directo sobre el cosmos, el clima y, por ende, las propias cosechas.

La cosmología correlativa también es conocida en China como “doctrina de la interrelación entre el hombre y el cielo”, aunque, según Schwartz, el cielo al que se dirigían los rituales del emperador no debe ser entendido como el Dios de los Cielos cristiano, sino como un ente impersonal e inseparable del mundo natural. Por ello, en lugar de oponer el reino de los hombres al reino de los cielos, la cosmología correlativa se preocupaba de “buscar en las homologías entre el mundo humano y el natural una vía para controlar la civilización humana y la vida humana individual, alineándolas con los ciclos, ritmos, y patrones del reino natural”.

Se trataría, por tanto, de una visión mágica y pseudocientífica del mundo muy similar a lo que Frazer consideraba típico de las culturas primitivas, aunque, en el caso de la China Imperial, dicha visión sobrevivió junto a avances de toda índole, incluidos los de tipo científico y tecnológico, hasta prácticamente nuestros días.

No en vano, en muchas ocasiones da la impresión de que apenas ha cambiado la idiosincrasia esencial del poder en China, y que mientras el emperador ejecutaba sus rituales para estar en armonía con el cielo y garantizar la prosperidad, el Partido Comunista busca la misma meta a base de lidiar con ese ente igualmente impredecible llamado mercado, aunque para ello no recurra a la magia, sino a los manuales de economía e ingeniería.

Al mismo tiempo, pese al enérgico apoyo a la ciencia por parte del PCCh, y pese a su todavía más enérgica lucha contra la superstición, en la China de nuestros días no es nada extraño encontrarse con cantidad de empresarios y no pocos funcionarios que siguen realizando ofrendas a diversas deidades o a espíritus con una mentalidad más cercana al animismo y a la magia que a la religión en el sentido occidental de la palabra, en tanto que las ofrendas contribuirían a “armonizar” y “propiciar” un entorno más afín a los objetivos terrenales del practicante.

Ahora bien, al menos en mi caso, cuando investigué el modo en que los propios chinos interpretan las ofrendas y la formulación de deseos (许愿), lo que me encontré fue la mentalidad esencialmente racional de “llevar a cabo el rito mágico por si resulta que funciona” (ver apuesta de Pascal), y por el simple hecho de que facilitan la inserción en una comunidad en la que no solo circulan las creencias, sino también el crédito y las oportunidades de negocio.

Sin embargo, la hipótesis dominante entre los teóricos occidentales es que la modernidad y el desarrollo económico se llevan mejor con las religiones menos “supersticiosas”, como el propio protestantismo, y lo cierto es que ya han convencido a muchos expertos chinos sobre la necesidad de impulsar una versión más espiritual y religiosa del confucianismo.

Desde luego, sería muy interesante llegar a determinar si hay credos que son más compatibles con las actitudes y comportamientos modernos, pero, sea como fuese, es muy posible que la mayoría de los países más desarrollados en lo social y lo económico (con la excepción parcial de los Estados Unidos) están en la cúspide de eso que llamamos progreso simplemente porque sus ciudadanos se han dado cuenta de que invertir en ciencia y tecnología resulta mucho más beneficioso para el conjunto de la sociedad que invertir en magias y religiones.

3 comentarios en “Magia, religión y ciencia en la China del progreso”

  1. yo sigo sorprendiéndome de gente aquí en Taiwán que recurrer a adivinos (algo muy muy extendido) para consultarles absolutamente todo, matrimonios, fengshui de la casa, buena suerte, cuándo deben nacer los hijos, etc.

    Felices Fiestas y feliz Año Nuevo!

    1. Pues sí que es algo muy extendido, incluso se dice que recurren a ellos hasta los altos cargos del PCCh, pero para mí lo curioso es que los lugares donde más se practican estas tradiciones no son los menos desarrollados, sino todo lo contrario. Hasta ahora todavía hay muchos expertos que piensan que el capitalismo y la cultura del trabajo se llevan mejor con religiones más libres de magia y de “supersticiones”, pero el caso chino parece llevarles la contraria.

      Otra cosa es que los chinos se tomen realmente en serio esas prácticas, o que las lleven a cabo, “por si las moscas”, porque no tienen mucho que perder en caso de que no funcionen, o porque se sienten reafirmados en cantidad de facetas cuando les da la sensación de que sus ofrendas dan resultados.

      Un abrazo enorme y lo mejor para el nuevo año!

      1. ¡Muy Feliz Año igualmente!

        Yo conozco una persona (y no precisamente un don nadie) que pasó un año durmiendo en el suelo de una habitación de su casa que no era su dormitorio debido al mal 風水 (fengshui) por recomendación de su “adivino particular”. Y muchas veces veo que se ponen en cafés dando sus servicios, supongo que tras haberlo acordado con el dueño.

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