El irrefrenable impulso hortícola de los chinos

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Una de las diferencias más recurrentes a la hora de comparar la cultura occidental y la cultura china consiste en el carácter costero y mercantil de la primera, frente al cuño marcadamente agrícola de la segunda. Así me lo recordó hace unos días un colega sociólogo de Changchun, quien señaló como prueba la vistosa tendencia de sus conciudadanos a aprovechar cada pedazo de tierra disponible para plantar unas lechugas.

Por supuesto, la afición hortícola es también muy importante en la mayoría de países occidentales, incluidas sus zonas de costa, y todavía hoy son miles los jubilados que se entregan al cuidado de sus parcelas con el esmero y dedicación que lo harían sus antepasados romanos.

Sin embargo, también es cierto que los chinos nos superan llamativamente en el afán por tener una huerta propia. Para empezar, aunque las nuevas áreas residenciales cuentan con normas que impiden el aprovechamiento de los jardines o céspedes, en este país es muy habitual encontrarse las denominadas “zonas verdes” floreciendo con berzas, habas, tomates o cebollas.

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Ahora bien, allí donde la tierra es propiedad del Estado, o de la compañías inmobiliarias, ¿quién decide a quién se cede la explotación de estos terrenos? Esta es una cuestión que los propios vecinos se preguntan a menudo, y que da lugar a no pocas disputas, ya que , aunque en ocasiones las normas de usufructo están más o menos estipuladas, muchas otras veces impera la milenaria ley de “el que se lo pide se lo queda”.

Y es que, queridos amigos, el arte de detectar zona cultivable requiere de cantidades de tiempo, habilidad, imaginación, y valor de las que no todo el mundo dispone.

Por ejemplo, a muchos vecinos, especialmente los jubilados, no les importa pasar el rato explorando los descampados o polígonos industriales abandonados con tal de hacerse con unos metros cuadrados de terreno disponible. Sin embargo, no todos están dispuestos a arriesgarse a plantar semillas en tierras que quizás han sido contaminadas por vertidos, y es ahí donde entran en juego la temeridad o la simple y cruda necesidad, que de eso también hay mucho por estos lares.

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Por otra parte, hay ocasiones en las que la posibilidad para montarse una huerta está delante de las narices, aunque a la mayoría nunca se le haya ocurrido el modo de aprovecharla, de modo que quien primero la pone en práctica obtiene la legitimidad de uso que descansa sobre su avanzada perspicacia/picaresca.

No obstante, también hay que decir que, más a menudo de lo que gustaría a las autoridades, los hortelanos del tipo “imaginativo” rozan lo esperpéntico al dar rienda suelta al agricultor que habita en su interior. Y como muestra de ello, la siguiente foto, sacada en una de las residencias de estudiantes de la Universidad de Wuhan.

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O esta otra, que ilustra la sorprendente transformación sufrida por una plaza de parking desaprovechada.

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Y mi favorita, estas cuatro hileras de cebollas plantadas de forma tan inverosímil en la rivera de un río.

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Así pues, mucho ojo con el asunto, porque, dada la habilidad de los chinos para plantar verduras en los lugares menos esperados, no sería raro que acabásemos pisándole a alguien las lechugas sin querer, o que confundiésemos una huerta de verdad con simples matojos, como estos que me encontré el otro día de paseo.

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Por otra parte, una vez que has conseguido montarte la huerta, ¿qué daño puede hacer añadir un par de gallinas para que picoteen por los terrenos “desaprovechados” del barrio? He ahí otro claro ejemplo de la famosa eficiencia china, sin tener que recurrir a sus discutidas fábricas y centros tecnológicos.

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En fin, como podéis comprobar, es cierto que existe un impulso hortícola entre los herederos de esta antigua civilización, aunque a mí todavía no me queda muy claro si se debe a causas culturales o económicas.

Supongo que habrá que esperar a ver qué ocurre a medida que se desarrolla el país, y qué pasa cuando entren en funcionamiento nuevas leyes sobre el suelo. Si nos descuidamos, igual se monta una revolución de hortelanos. Cosas más raras se han visto por aquí.

12 comentarios en “El irrefrenable impulso hortícola de los chinos”

  1. También en nuestra cultura, a pesar de lo que dices, de su carácter costero y mercantil, existe a mi juicio, ese amor ancestral al agro, a la vuelta a los orígenes, al pueblo al que todos queremos volver, tras varias generaciones dando tumbos por las urbes deshumanizadas, artificiales y cada vez más opresoras. Volver al nomadismo, a recoger de aquí esto que está maduro, sembrar allá lo otro que germina rápido, etc. En fin, en provincias, también se aprecia ese culto y amor al huertecillo, mínimo, minúsculo, que al final, entre sudores, gasto en inversión, mantenimiento y demás preocupaciones y zarandajas, nos ofrece una producción tan exigua que deja corta la maldición bíblica de “ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Pero claro, ¿cómo, si no, poder decir, ufano y orgulloso a tus compañeros del trabajo, que has comido una ensalada hecha de productos propios cultivados con tus manitas?. Reconozco no tener esas inquietudes y preferir la comodidad de que te lo den hecho, o mejor dicho, cultivado. Aunque, cuando te pones a lavar la lechuga y encuentras alguna vez una lombriz o un mosquito que ha pasado los controles de calidad de los supermercados, se te va la cabeza al pueblo, ese pueblo de los padres, los abuelos o bisabuelos.

    1. Toda la razón, Fernando. En mi caso, apenas tengo que mirar al ejemplo de mis padres para confirmar mucho de lo que comentas. Creo que para ellos la huerta es ya parte fundamental de su identidad, algo que los reafirma como personas y como parte de una comunidad, basada en la reciprocidad, porque cultivar y compartir los frutos es una forma muy humana de ser con los demás. Muchas gracias por tu comentario, y perdona la tardanza al responder, pero nos has pillado de viaje en Hubei. Un cordial saludo. Javi

  2. Mi mujer es china, vivimos en España en un piso en una zona comercial de la ciudad. Inevitablemente hemos terminado teniendo nuestra pequeña huerta urbana en forma de dos mesas de cultivo en la terraza. Supongo que es inevitable para los chinos, lo llevan en la sangre.

  3. Debe ser que de repente los chinos se han vuelto los mas ecologistas del mundo y ahora plantan sus parcelitas, para tener sus lechuguitas, sus coles y rabanitos.
    Pero ninguno se da cuenta de la autentica realidad y es, que todo lo que se plante, nazca, crezca y se pueda cultivar, es gratis y sirve para comer y si es gratis, eso que se ahorra uno.
    Lo mismo ocurre con pollos y gallinas, conejos y palomos, que apenas huelen en libertad y dan proteinas de primera calidad y gratis.

    1. Tener un huerto en condiciones cuesta dinero (plantones o semillas, agua, abono, etc) y los animales mas aun, sobretodo las gallinas que aunque las tengas sueltas te dejan un terreno yermo sin una pizca de hierba en muy poco tiempo, realmente es sorprendente lo que comen para lo poco que pesan.
      Además siempre hay que darle mezclas de grano si quieres que pongan regularmente y en dos años apenas ponen ya.
      Si bien es cierto que ahorras respecto a comprar las hortalizas y huevos en un super, pero eso que ahorras lo gastas en tiempo y esfuerzo y el tiempo es dinero, eso si se da bien… una plaga u hongo te puede fulminar una cosecha y ahí ya es todo perdida.

      Yo creo que la clave es la mejor calidad y la satisfacción de procurarse alimentos uno mismo y también en la conexión con la naturaleza.

      1. Totalmente de acuerdo, Zekarov.

        Está claro que montarselo de forma más rentable que las grandes compañías va a ser muy difícil. Pero como bien señalas, cuando uno se monta la huerta por gusto, el trabajo y el dinero invertido en sus frutos sabe el doble de bien.

        En cuanto a las gallinas, lo cierto es que en China no es raro que las dejen sueltas por el barrio y picoteen tanto en jardines como en basureros, es decir, engordan a costa de los nutrientes “comunales”, aunque no sé si sus dueños les sacarán muchos huevos.

        Gracias por tu comentario, espero poder contar con ello en otra ocasión.

        Saludos desde Changchun.

    2. Gracias por tu comentario Juan Jesus. Por lo poco que sé al respecto, diría que la rentabilidad del huerto y los animales es algo que se tiene muy en cuenta por aquí, aunque también es cierto que muchos lo hacen como pasatiempo.

  4. No solo los chinos estan cultivando en pequeñas porciones de terreno, en Mexico lo estamos empezando a hacer en zonas urbanas y no solo es por nuestros origenes que en ciudades pequeñas como la nuestra(Cordoba,Veracruz) es de inmigrantes españoles y muchos de ellos en su tierra natal eran campesinos y al hacer america se olvidaron del azadon(pero geneticamente lo traes en la sangre) es por esto y la crisis economica por la que estamos pasando, que mejor oportunidad de rascar en nuestra historia y sacar el labrador que tenemos dentro

    1. Muchas gracias por compartir la experiencia mexicana, cachimbo. Después de ver lo extendida que está esta costumbre por el mundo, me planteo si es verdad eso de que somos tan diferentes, o si no será todo un invento de nuestros políticos. No sé por qué me da la impresión de que si juntamos a un hortelano mexicano y uno chino (por poner dos ejemplos) tratarían de intercambiar saberes incluso sin poder comunicarse verbalmente, y seguro que se entendían mejor que dos empresarios o representantes políticos. Quizás es que estos últimos se olvidan demasiado rápido de dónde salen las habas con las que se alimentan las naciones.

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