Hoy he decido volver sobre el tema de los viajes por China en tren, esos que tantas anécdotas me han obsequiado, aunque esta vez me voy a centrar en los trayectos recorridos en vagones-litera.
Como muchos de los que hayáis pasado por la experiencia sabréis, los trenes de este país ofrecen dos modalidades básicas de viaje con lecho a disposición.
La modalidad de “cama dura” nos ofrece completar el trayecto en un vagón con 6 literas por compartimento. La modalidad de “cama blanda” ofrece un mayor confort que la primera, porque además de contar con 4 literas algo más amplias y mejor equipamiento, cada compartimento queda separado de los demás y da al pasillo a través de una sólida puerta corredera.
Obviamente, la segunda modalidad de viaje resulta más cara que la primera, aunque se suele mantener en un precio más que asequible para el viajero europeo, y además es más fácil encontrar plazas libres si no hemos reservado los billetes con antelación (os recomiendo hacerlo por Internet una semana antes, como mínimo).
Sin embargo, viajemos en la modalidad que viajemos, podemos estar seguros de que la experiencia brindará una oportunidad muy valiosa para aquellos que quieran conocer el habitus o el modus operandi de los viajeros locales y relacionarse con ellos.
Además, en este tipo de viajes nos vamos a encontrar con muchas de las condiciones y características inevitables en la mayoría de trenes que no superan la velocidad chupi-guay de 200 km/h, a partir de la cual aumenta la proporción de ciudadanos de clase media, y desciende la probabilidad de vivir el tipo de peripecias que relataré en breves instantes.
Así pues, conviene tener en cuenta que:
1) Si por fuera parece limpio, mejor no hurgar en el interior: es decir, aunque podemos esperar que el forro de la colcha y de la almohada estén limpitos (siempre y cuando no subamos a una litera ya usada por otras personas durante el trayecto), es mejor que no comprobemos el estado de lo que las fundas cubren, o puede que los más escrupulosos acabéis sin pegar ojo o teniendo pesadillas con Don Limpio.
2) Si toca ir al baño en el retrete-agujero (o “regujerete”), toca agarrarse al manillar sí o sí: efectivamente, si nos sobreviene un apretón y hay que evacuar urgentemente, tenemos un 50% de probabilidades de que nos toque hacerlo “a la turca”. Por tanto, si no queréis que los traqueteos del tren os jueguen una bochornosa pasada, os recomiendo que apliquéis el principio anterior y os agarréis al “manillar” acoplado a la pared, sin importar la cantidad de usuarios que lo hayan manoseado previamente. Es más, una vez estéis en posición, descubriréis que esta ergonómica prestación permite aumentar considerablemente la eficacia de vuestros esfuerzos, cuestión muy a tener en cuenta para aquellos a los que les cuesta “sacar la leña al patio”.
3) Si los de al lado se ponen a preparar la comida, mientras no haya llamas de por medio, no pasa nada: pero mucho cuidado porque las máquinas de agua hirviendo no paran de funcionar, y los pasajeros se pasan el viaje dando tumbos por los vagones con los típicos envases de sopa ardiendo listos para escaldarnos los morros.
Ahora bien, cuando además de compartir las rutinas diarias tenemos que pasar la noche junto con otros pasajeros, entran en juego otro tipo de cuestiones que pueden propiciar experiencias interesantes.
En mi caso, por ejemplo, aunque me encantan las galletas tipo “digestive”, siempre me abstenía de comerlas cuando se presentaba una situación de “confinamiento” junto a mis semejantes. Y es que las dichosas galletas me provocan unos gases monstruosamente apestosos (será por eso que las llaman así, supongo). Sin embargo, desde que comprobé la naturalidad con la que viven los chinos el tema de las ventosidades, ya casi prefiero subir al vagón aprovisionado con un paquete de las citadas galletas, para poder defenderme con las mismas armas si es que se declara un conflicto.
De todos modos, contribuyamos activamente en el fenómeno o no, es muy probable que por la mañana nos llevemos una sorpresa en las narices al volver al compartimento después de la típica visita al aseo. Y aunque en las primeras ocasiones me sentí algo ofendido por la cantidad de metano desprendida por los desinhibidos viajeros, confieso que más adelante me he llegado a sentir orgulloso de descubrir mi propia aportación en la apestosa atmósfera del compartimento.
Además, esta es una condición que nos afectará al viajar en cualquiera de las dos modalidades, ya que aunque la más barata se desarrolla en un espacio más amplio y sujeto a ventilación, la dificultad de identificar al pedorro entre la multitud de viajeros aumenta el riesgo de que se declare una guerra química sin cuartel.
Sin embargo, en mi opinión, el verdadero riesgo para los escrupulosos no se encuentra en la indiscriminada liberación de gases intestinales, sino en las ampliamente toleradas secreciones de bebés y niños pequeños. Y conste que comprendo perfectamente que muchas familias chinas no se pueden permitir comprar pañales de usar y tirar, pero la costumbre de poner a los más pequeños a mear o cagar en cualquier parte puede llegar a límites muy molestos para la mayoría de ciudadanos chinos (otra cosa es que se aguanten a la hora de quejarse o mostrar su repulsa).
Recuerdo que, una vez que paseaba por el pasillo del vagón, me pareció ver a una mujer sosteniendo a un niño de cerca de un año sobre la papelera de su compartimento. Para entonces ya me había encontrado cantidad de veces con la misma situación en las aceras y esquinas de Wuhan, pero no podía ni quería imaginarme que aquel niño estuviese a punto de soltar el desayuno de aquellas maneras. Y no quería siquiera imaginarlo porque, afortunados nosotros, contábamos con dos viajeros del mismo tipo en nuestro propio compartimento, aunque, efectivamente, la temida escena se acabó produciendo pocas horas más tarde para escarnio nuestras sufridas narices.
En cualquier caso, tampoco hay que tener miedo de pasar la noche en compañía de semejante “regalito” al fondo de la papelera, ya que, por lo general, los padres se suelen preocupar de deshacerse del detritos, o dejan la misión en manos de los encargados de recoger la basura, esos santos olvidados del “milagroso” desarrollo chino.
Y ya que hablamos de viajes en tren-litera, es inevitable que hablemos de lo que uno puede esperarse cuando las luces se apagan y llega la hora de dormir, o al menos intentarlo.
No sé vosotros, pero servidor tiene la facultad de dormirse fácilmente en cualquier parte que no sea un avión en marcha. Sin embargo, reconozco que, en más de una ocasión, he tenido dificultades para descansar debidamente en uno de estos trayectos de tren. Esto me ha llegado a pasar cuando sentía que el aire acondicionado no estaba funcionando demasiado bien, cuando el tren pegaba demasiados tumbos, o cuando tocaba darle a la bocina toda la noche (supongo que por riesgo de encontrar animales en la vía), pero especialmente en los casos en que me tocaban compañeros de vagón dados a roncar.
Ahora bien, aunque me ha tocado viajar con auténticos portentos capaces de resoplar a pleno pulmón y no solo hacia adentro, sino también hacia afuera, y he pasado noches en vela convencido de que el ronqueras de turno iba a dejar de respirar en cualquier momento, nunca llegué al extremo de lo sucedido en la siguiente anécdota.
Antes de empezar, cabe señalar que la historia fue contada por el tío de los ronquidos en cuestión, quien no era otro que un veterano miembro de una pequeña organización mafiosa, suegro de uno de mis amigos de Changchun. Es más, al tío no sólo se la repampinfla su problema respiratorio, sino que encima está orgulloso de sus portentosos ronquidos, y los considera un signo de su capacidad para acojonar al personal incluso cuando está dormido.
Todo sucedió durante un viaje nocturno en un compartimento de 4 viajeros. A nuestro amigo mafioso le tocó dormir en una de las literas inferiores, las cuales, dicho sea de paso, suelen ser más cómodas para pasar el rato durante el viaje y moverse por el vagón. En la litera contigua se encontraba una mujer de mediana edad, algo más joven que él, aunque lo suficientemente experimentada como para saber que su corpulento y poco sonriente compañero de viaje era de esos a los que conviene dejar tranquilos.
Tal y como cabía esperar, la noche transcurrió bajo un horroroso repertorio de sierras oxidadas y estertores de orco tuberculoso. No obstante, además de contar con una poderosa arma sonora, nuestro amigo de la cosa nostra changchunesa era capaz de rociar una caballuna ducha de babas con cada espiración. Por lo tanto, teniendo en cuenta la cercanía a la que se situaba la litera de su compañera de viaje, el asunto se tradujo en horas y horas de exposición a la “humedad” bajo el frescor del aire acondicionado.
El resultado: toda una noche sin pegar ojo, un resfriado en camino, y parte del tórax y el brazo doloridos por el enfriamiento causado, ya que, al parecer, la afectada padecía de algún problema previo de salud. Aun así, de poco le sirvió echar su obvio empeoramiento al mafioso, quien no solo se tomo el asunto a cachondeo, sino que se bajó del tren con un mayor nivel de autoestima y una historieta más con la que fanfarronear ante su cuadrilla.
Y con esta bonita peripecia llegamos al final de esta entrada, aunque antes de despedirnos os dejo con esta foto sacada en la penumbra, con la que siempre me entran ganas de volver a montar en un tren litera.



Hola, como siempre muy graciosas tus entradas… la verdad es que no paraba de reirme cuando he leido lo de “descubriréis que el manillar ofrece una ergonomía ideal para aumentar la eficacia de cada empujón” o cuando comentabas “Es más, al tío no sólo se la repampinfla su problema respiratorio, sino que encima está orgulloso de sus portentosos ronquidos, y los considera un signo de su capacidad para acojonar al personal incluso cuando está dormido.”.
En fin, lo dicho, sigue escribiendo y contandonos historias de China 🙂
Celebro que te hayas reído, Borja. Mil gracias por pararte a leer mis escritos y por los ánimos.
jajja muy bueno, yo viaje una noche y me hiciste sentir muy identificada.
Me alegro de que te haya traído recuerdos, aunque a toro pasado resulta más fácil reírse, ¿verdad?
Si claro, recuerdo como tenia que decirle a mi mente que no perciba ningún estimulo exterior, para no caer en ataque de pánico y tirarme del tren, después de lo mucho que costo conseguir ese pasaje.
Jajajajajaja, muy bueno, cómo siempre ameno y divertido. Nosotros hicimos Pekín-Xinan por la noche a mi hija ( 7 años) le encantó, fue un poco más light, pues el compartimento era para nosotros. Pero por ejemplo la parte de abajo de las camas, en teoría para meter algunas maletas o bolsas, estaban llenas de bolsas de no se sabe qué y los auxiliares fumaban cómo carreteros entre-vagones. Nada que envidiar a un viaje que hice desde Rostov na Danu a Sochi por la orilla del mar negro, también de noche y también más o menos 12 o 14 horas, pero hace quince años.
Saludos y gracias
Vaya con tu hija, Fidelius, tan pequeña y con semejantes experiencias de viaje, cuando sea mayor vas a tener que andar con cuidado de que no se te escape a las antípodas. Yo en comparación no había volado nunca hasta los 25 años, menudo casero, hehehe.
Muchas gracias por pararte a leer, por compartir tus experiencias, y por los ánimos, que ayudan un montón.
“ya casi prefiero subir al vagón aprovisionado con un paquete de las citadas galletas, para poder defenderme con las mismas armas si es que se declara un conflicto”. ¡Genial!
Sí, la verdad es que las “digestive” no fallan, no sé que reacción se me prepara en las tripas, pero si como unas cuantas la guerra está garantizada.
Mil gracias por participar!!!
Soñar no cuesta y a mi me ha sucedido esto, con tus historias y peripecias me haces remontarme a mis años de juventud que viaje en tren, y gracias a esto conoci mucha gente y costumbres.
Te has dejado el clásico de las toses con gorgorito o moco crocanti.
Siendo China el país con más fumadores del mundo, cada vez que me he montado en uno de estos trenes litera me ha tocado uno o dos de estos caballeros que no paran de gorgorizar. Y lo peor es cuando escupían y miraba yo disimuladamente a dónde escupían para ir haciéndome un mapa vital para cuando tuviera que ir al baño.
¡Qué recuerdos…!
Carlos
La digestive, no daran los tipicos pedos de vaca. Yo no como muesli, pero he conocido los efectos y huelen a vaca no se porque.
No se si es adecuado preguntar preguntar estas cosas, pero en que punto de la relacion de pareja con una china. Ella se relaja lo suficiente para tirarse pedos?
Desde el primer dia? Las chicas se cortan algo mas? Delante de un no chino lo evitan más.
Yo creo que la atmosfera del viaje no se debe solo a las costumbres, sino a la alimentacion que supongo que es mas vegetal y fibrosa. Los pedos se pueden guardar para despues pero no desaparecen y alfinal tienen que salir. Si se comparte espacio suficiente tiempo al final lo que cuenta no son las costumbres sino la produccion.
Te cuento anecdota de tren en la zona vasco navarra.
Iba en el tren bastante tranquilo y noto empieza a venir olor a vaca en una zona que no tenia esta caracteristica, en otras zonas si podia ser normal.
Pensaba que era olor a vaca, hasta que, mirando por la ventana, veo pasar algo blanco relativamente grande. Luego me doy cuenta que al fondo hay una pareja manipulando un niño y era el origen del olor.
Yo estaba al otro extremo del vagon, asi que la caca era potente, tambien es verdad que yo estaba en la parte de atras y me pillaria a barlobento, o sotavento, no se en esta cuestion estoy un poco dislexico.
Muy buena anécdota, Wallebot.
Además nos ayuda a recordar que en todas partes somos un poco marranetes cuando aprieta la biología.
En cuanto a los pedos en las relaciones de pareja, es posible que las chicas se corten más con un novio extranjero, pero yo creo que lo viven de forma mucho más natural que nosotros.
A las chicas con las que he salido en mi tierra casi nunca les oí rajarse, ni las llegué a ver descargando en el retrete, pero con mi novia china es todo mucho más natural. Además ella suele estar pendiente de si voy al baño con regularidad, porque, al fin y al cabo, es muy importante para la salud.
Por eso, personalmente, creo que ese punto de mayor tolerancia hacia las flatulencias y hacia las cagadas no tiene nada de malo, pero también es cierto que la costumbre de no aguantarse puede hacer que un día se nos escape en una situación más delicada.
En cualquier caso, mientras no sea demasiado obvio, siempre cabe la posibilidad de echarle la culpa al de al lado.
En breve realizaré mi bautismo de fuego en un tren chino y aunque emocionada, reconozco que al leerte me enfrento a ello algo expectante… Espero ser capaz de sobrevivir al festival de olores y sonidos…
Por cierto, ¡¡felicidades!! da gusto encontrarse con un relato tan bien escrito, tras haber leído a miles de bloggeros con ínfulas de autor de best seller.