El parque de Dongjiao Jiyi (东郊记忆), traducido al inglés como East Suburb Memory es sin duda uno de los centros culturales más vibrantes y activos de la ciudad de Chengdu y de toda China. Este lugar se encuentra en la calle Jianshe, al este de la capital de Sichuan, en un complejo antiguamente ocupado por una fábrica de válvulas electrónicas. Dicha fábrica comenzó a funcionar en 1956, y fue uno de los 156 proyectos centrales impulsados en el primer Plan Quinquenal de China, desarrollado bajo el amparo tecnológico de la Unión Soviética.
En 1964 esta planta produjo el primer tubo para televisiones en blanco y negro y el primer tubo proyector fabricados en el gigante asiático. Dos años más tarde llegó el primer tubo en color, apodado “bomba atómica” y convertido en todo un orgullo para los Chengdutarras. Estas fábricas se mantuvieron como el centro industrial y tecnológico de la ciudad hasta prácticamente los 90, pero aquellos fueron años de enormes avances en el panorama industrial del país y, poco a poco, el célebre polígono fue perdiendo relevancia hasta hundirse en el abandono.
Como ya he comentado en otras entradas, el final de los 80 y la década de los 90 fueron los años en los que China realizó su transición del modelo de producción basado en las Unidades de Trabajo, de estilo comunista, a las actuales empresas estatales. Esto supuso que muchos trabajadores dejaron de disfrutar de la cobertura ofrecida por el Estado en diversas áreas como, por ejemplo, las actividades culturales.
Puede que a algunos lectores esto les suene extraño, pero eso de cambiar de un modelo en el que el Estado controla la producción cultural a uno liderado por organizaciones independientes o empresas privadas no es tan fácil como parece. De hecho, esta transición es uno de los mayores retos a los que se enfrenta la China de nuestros días, y una buena prueba de ello son las recientes declaraciones del presidente Xi Jinping en favor de las instituciones y empresas dedicadas a la litera y el arte (文艺活动).
Dicho de otro modo, China necesita actualizar su identidad y sus “fábricas” de cultura, pero sabe que tiene que hacerlo con un menor control estatal, y es precisamente en este escenario de cambio donde entran en juego iniciativas como la de Dongjiao Jiyi de Chengdu o la del 798 ArtDist de Pekín, un experimento previo nacido en 2002 de manos de artistas chinos y extranjeros que alquilaron los pabellones de una serie de fábricas para convertirlos en talleres y galerías. Esta forma de reutilzar el espacio urbano para trabajar con el arte tiene mucho que ver con los movimientos de autogestión y los de estilo loft, y cuenta con una larga tradición en ciudades tan destacadas como Nueva York, Londres o Berlín.
En el caso de Pekín, hoy en día es una empresa privada la que lleva las riendas del parque creativo, mientras que el de Chengdu es gestionado por el gobierno, quien cede el uso de sus 18 locales a diferentes empresas u organizaciones en función de su interés cultural.
Como podéis ver en las fotos, el resultado es bastante curioso, con una llamativa presencia de máquinas industriales y de guerra, y con lemas e imágenes propagandísticas de la etapa comunista. Sin embargo, estos elementos no están ahí para convencer a nadie de volver a los tiempos de Mao o para declarar la guerra a alguno de sus vecinos, sino para despertar una especie de nostalgia y un sentimiento nacional-colectivista que resucita rodeado de cafés, jugueterías, y mil rincones en los que florece la música, el teatro, el arte y la formación vanguardista.
Con el tiempo veremos si estas iniciativas ayudan a China a rehacer su identidad cultural y a desarrollar su potencial creativo, pero de momento no cabe duda de que se trata de proyectos con una muy buena acogida entre sus numerosos visitantes, entre los que es fácil encontrar viajeros y gente procedente de todas partes del mundo, e incluso algún que otro bloguero trasnochado.



Una respuesta a “Dongjiao Jiyi: fábricas rehabilitadas, máquinas de guerra, comunismo y mucha creatividad”