No sé si habríais sentido la falta, pero la semana pasada no hubo entrada en este bitácora y esto se debió a que estuve casi totalmente entregado a los procesos de evaluación de mis estudiantes de español. Realmente han sido días de nervios, estrés y algún que otro tembleque mental frente a la pila de trabajo administrativo que me esperaba al final del semestre. Pero después de vérmelas con más de 250 alumnos y escalar toda una montaña de informes, hoy he decidido tomarme mi tiempo y hacer un pequeño balance de esta primera mitad de curso anual en la Universidad de Lenguas Extranjeras de Yuexiu.
Los que me conocéis más de cerca o desde hace más tiempo sabéis que llevo ya unos cuantos años dedicándome a la enseñanza del español de forma más o menos seria y con algo de intrusismo (soy sociólogo de formación) desde el año 2012. Desde entonces he impartido cursos en cuatro centros universitarios diferentes y aunque este último es el menos prestigioso de todos, tengo que decir que me encuentro especialmente feliz en él y siento un cariño especial por sus estudiantes.
Comencemos por las chicas y chicos del cuarto curso, a quienes he dado un curso de Español Avanzado enfocado sobre todo en la expresión oral. Muchos de estos mozos tienen un nivel de español a caballo entre un B2 y un C1, por lo que se puede hablar con ellos de casi cualquier tema sin demasiado temor a su grado de complejidad o especialización. Por supuesto, también tengo algunos pupilos que obtendrán su título sin saber muy bien cómo, porque aunque en China la educación secundaria es un auténtico infierno, la universidad es más bien relajada y abunda la manga ancha. Ahora bien, lo bueno de los estudiantes desmotivados de este país es que no montan jaleos y en lugar de ello prefieren viajar por el hiperespacio o simplemente echar una cabezadita mientras el profesor se desgañita con la lección de turno.
Bromas aparte, lo cierto es que hemos pasado ratos muy buenos hablando de temas que creo que les interesan y que funcionan bastante bien para una clase de español oral, como las relaciones de pareja entre los jóvenes (prácticamente prohibidas en los institutos de China), el matrimonio, el divorcio o los retos de formar una familia, todos ellos desde un enfoque comparativo entre la realidad del país de Cervantes y el de Confucio. Es más, aunque las preocupaciones de los chinos son algo más “familistas” que las de los españoles, yo diría que compartimos mucho en la forma en que entendemos las relaciones entre el individuo, la familia y el Estado, y al charlar con ellos a veces me daba la sensación de que me encontraba ante personas criadas en la sociedad de nuestros padres pero con los cachivaches tecnológicos de nuestros nietos.
Como podréis imaginar, también he aprendido un montón de ellos, especialmente durante las presentaciones de los trabajos en grupo que les encargué y cuyo tema eligieron libremente. Durante aquellas jornadas pude volver a comprobar lo fuerte que están pegando los videojuegos y la animación como forma de ocio consumida a través del sacrosanto teléfono móvil. Pero también me sorprendió gratamente ver la cantidad de grupos que hablaron sobre la conservación del medio ambiente, lo cual podría ser un signo más del cambio hacia una China más “verde”. Otro tema bastante recurrente fue el de los choques o conflictos debidos a cuestiones religiosas o étnicas, un tema que quizás preocupa más de lo que debería a los Han (la gran mayoría de la población), aunque me temo que esto también ocurre en los países más desarrollados y avanzados en el ámbito del Estado de derecho.
En cuanto a los chicos del primer curso, a los que he impartido un curso de pronunciación con acento vasco-navarro, obviamente, su capacidad de expresarse en español ha sido muy limitada, aunque ello no ha supuesto un impedimento tan grande como imaginaba en un principio. Aunque podía haber utilizado el inglés, opté por echar mano de mi pobre mandarín para comunicarme con ellos y creo que fue todo un acierto porque creo que al verme a mí chapurrear como podía con su idioma ellos se sentían más animados a hacer lo mismo con el español. Pese a los problemillas puntuales de comunicación, por lo general, los estudiantes novatos vienen cargados de ilusión por aprender el idioma y son de lo más formales, por lo que conducir sus cursos supone una tarea más bien sencilla, siempre y cuando prepares bien las lecciones, claro.
De estos chicos aprecio sobre todo su simpatía y entusiasmo, rasgos que considero que también abundan en la sociedad china en su conjunto, por mucho que algunos quieran pintar a este país como una distopia grisácea y alienada. Y aunque al principio hubo días en que sentí pereza ante la mera idea de enseñarles el abecedario y las nociones más básicas de la pronunciación, con el tiempo me di cuenta de que estas clases me proporcionaban una excusa ideal para alimentar el espíritu positivo tanto entre ellos mismos como en mi propia persona.
Además, después de detallazos como el que tuvieron el día de Navidad, no es raro que uno acabe sintiendo cierto apego hacia ellos y desee seguir acompañándoles en sus procesos formativos, aunque creo que no volveré a encontrármelos hasta el tercer curso, si es que me renuevan el contrato, claro. ¡Ya os contaré!



Tiene que ser muy satisfactorio tomar a una persona que no tiene ni papa de español y, tras tres o cuatro años enseñándole, hablar con ella en la lengua de Cervantes. Yo he visto esa evolución, pero no he “participado”. Espero hacerlo algún día.
Por cierto, para ir a enseñar ELE a China, qué es preferible, ¿el máster de ELE o un doctorado en Ciencias Sociales más algún curso de ELE?
Hola Jabiertzo!
Me llamo Almudena y una amiga me pasó recientemente un enlace a tu blog y tengo que decir que me encanta. He leído solamente unas pocas entradas pero me ha enganchado tu narrativa.
Estuve viviendo un año en total en China (con visados de 6 meses cada vez). La primera vez estuve viajando (2005) y la segunda estuve viajando y dando clases de inglés en una academia para adultos en Yangshuo (2006). Me encantó porque era distinto a lo que me esperaba. Disfruté mucho enseñando inglés a jóvenes adultos, tan llenos de entusiasmo y con tantas ganas de aprender y conocer de la vida fuera de China. En esos 3 meses que estuve de profesora pude ver algunas de las inquietudes que tenían, que es algo que no puedes ver muy bien cuando viajas y no hablas el idioma muy bien (hablaba algo de chino pero muy limitado).
La verdad es que es un país con muchas diferencias entre regiones y culturas. Yo visité las regiones de Xinjiang, Tibet, Gansu, Sichuan, Qinghai, Yunnan, Guizhou, Guanxi y Chongqing. No he podido ver las zonas más visitadas del este pero, en mi opinión, considero que vi una parte muy rica en diversidad cultural (aunque no por eso desdeño la idea de visitar el este algún día).
Seguiré leyendo tu blog (y seguro que te escribo algún comentario más).
Antes de terminar, me gustaría preguntarte por la sanidad en China (no sé si has escrito algo al respecto). Estoy terminando mis estudios de medicina china y aunque estuve en una ocasión en un hospital chino en Urumqi (mi novio de entonces tenía dolor en un oído y nos llevaron a ver a una doctora de medicina occidental), me gustaría saber tu experiencia con la sanidad, si hay preferencia por la medicina tradicional china o la occidental o ambas tienen la misma aceptación, y bieno, cualquier otra cosa que se te ocurra.
Un saludo desde Navarra (yo soy de Pamplona).