A Qin lo conocí en julio de 2012, durante un viaje infernal a la célebre Shangri-La.
Ambos estábamos sentados en la misma fila, separados tan sólo por el estrecho pasillo del autobús. Apenas cruzamos una palabra hasta la breve parada realizada tras cuatro horas de curvas y terraplenes inverosímiles. Como habría ocurrido a la mayoría de pasajeros, es muy posible que Qin se sintiera algo cansado de mis resoplidos durante la tortuosa odisea montañosa, pero ello no fue óbice para que me ofreciera su simpatía.
Tras hacer algún comentario chistoso sobre las marihuanas que alguien estaba cultivando cerca de las letrinas en las que los sufridos viajeros se aliviaban, comenzamos a establecer un trato que más tarde se convertiría en amistad.
Como a muchos otros chinos, a Qin le gusta utilizar el término “yuanfen” (缘分: destino) para referirse al momento en que nos conocimos y la forma tan fortuita en que acabamos residiendo en su Changchun natal, puntos separados por más de 3000 kilómetros y más de un año sin vernos cara a cara.
Desde aquel primer encuentro en Yunnan, ambos hemos pasado por cambios en diferentes aspectos de nuestras vidas, aunque la de Qin ha sufrido transformaciones más profundas.
Cuando lo conocimos, él iba acompañado de su mujer, con la que se acababa de casar, de modo que el viaje para él era una especie de “luna de miel”. Durante los 14 meses transcurridos hasta que mi novia y yo nos mudamos a su ciudad, Qin y su mujer tuvieron un hijo que ya suma 6 meses de vida. Sin embargo, la pareja lleva separada prácticamente desde que nació el niño, que está siendo criado por sus abuelos paternos.
Es posible que a algunos os extrañe el caso, pero en China la presión por parte de los padres es un factor que continuamente causa este tipo de desenlaces, muchos de los cuales hubieran sido evitados por la propia pareja en caso de habérsele dotado de una mayor autonomía de decisión.
Dry flower. Una de las fotos favoritas de nuestro amigo
En el caso de Qin y su mujer, que cuando los conocimos ya contaban con 26 y 27 años respectivamente, lo cierto es que se hallaban en una edad muy comprometida dentro del recorrido vital típico de sus paisanos, especialmente en el caso de ella. Él me ha contado alguna vez que ambos eran muy conscientes del deterioro de la relación, pero la presión por parte de ambas familias acabó por imponerse tras varias escenas de lo más comprometidas, y la enorme culpabilidad que deviene de hacer llorar a una madre.
Como muchos otros jóvenes de su generación, Qin proviene de una estirpe marcada por las contradicciones históricas e ideológicas que resultaron de esa convulsa segunda mitad del Siglo XX en China.
La familia de su padre, de apellido igual al de la última dinastía imperial, contaba con una situación acomodada gracias al oficio de carpintería artesanal que venía ocupando desde hacía generaciones. Pero esa misma condición jugó en su contra durante la Revolución Cultural, en la que fueron desposeídos de sus tierras y arrebatados de las tablas ancestrales de su altar familiar, fechoría muy común perpetrada de acuerdo a los intentos de Mao Zedong de atacar la cultura y ritos de las familias tradicionales.
La familia de su madre, de origen mucho más humilde, fue una de esas que respondió con entusiasmo la reivindicación y dignificación maoísta de la clase obrera como protagonista de los procesos de modernización del país, y contó con miembros que participarían de forma muy activa en los movimientos que tanta inquietud causaron a la familia paterna de Qin.
Sin embargo, aún a pesar de todas estas contradicciones, o quizás debido a ellas, ambas familias consideraron que el enlace entre ambas podría resultar conveniente. Mediante dicho matrimonio, la familia de ella obtendría un mayor estatus económico, mientras que la familia de él ganaría el estatus político que quizás requería durante aquellos años llenos de acusaciones traicioneras. Pero, al parecer, no todo fue una cuestión pragmática, ya que según cuenta Qin, su madre se sintió muy atraída por el apuesto carpintero, quien, por otra parte, nunca fue muy dado a las palabras, rasgo que le hacía irresistible para ella.
Y pese a lo que algunos pudieran imaginar, Qin creció en un ambiente familiar muy abierto en el ámbito educativo, quizás porque en aquellos años todavía no existía el grado de competición y presión estratosférico que reina en la China actual. Al igual que su hermana mayor, Qin gozó de la oportunidad de desarrollar las aficiones hacia las que se sentía más atraído, entre las que eligió la pintura.
Qin en el taller de pintura con apenas 13 años.
Según recuerda a día de hoy, fue gracias a aquel proceso de aprendizaje, iniciado con apenas 7 años, como logró desarrollar y encauzar ese sentido de la estética que plasma en sus fotografías y sus pinturas. Durante todos aquellos años de práctica hasta el periodo de preparación exhaustiva para la selectividad, Qin destacó en numerosos concursos de los que guarda varios certificados de lo más pomposo, forrados en terciopelo rojo y llenos de la simbología legitimadora del Partido.
El camino a la adolescencia le supuso afrontar una cantidad de presión y competencia estudiantil siempre in crescendo, que no dejaba otra opción que la de estudiar a todas horas y acatar (o al menos pretender hacerlo) esa especie de “puritanismo pragmático” que tanto padres como profesores han venido fomentando durante décadas, contribuyendo a que simples noviazgos de instituto se conviertan en todo un drama.
Sin embargo, en aquella China que comenzaba a erigirse como la “fábrica del mundo”, la apuesta por el arte como forma de vida constituía una baza de muy alto riesgo para alguien como Qin, y cuando llegó el momento de elegir estudios universitarios, acabó optando por la vía de la ingeniería, considerada como un boleto casi seguro hacia una vida económicamente estable.
Popcorn cook
Durante los años de desmelene universitario, nuestro amigo aprovechó para hacer todo aquello que se le prohibía durante el férreo control y disciplina al que se vio sometido durante los años de instituto, porque, efectivamente, por muy acostumbrados que puedan estar al autoritarismo, los chinos siguen siendo seres humanos, e igual que nos ocurre en todas partes, aquí también acaba uno hasta las narices de tanto obedecer.
Tal y como recuerda Qin, durante aquellos años fue considerado una especie de “tío guay” o “pasota” que se centró sobre todo en conocer chicas y pasar un buen rato con los amigos, aunque sin descuidar del todo sus estudios universitarios, que todavía hoy resultan fáciles de superar si se combina asistencia regular y una buena relación con los profesores.
Tras graduarse, le tocó el turno de buscar trabajo y “enderezar”. Así entró a trabajar como comercial de la principal marca automovilística del país, cometido en el que destacó una vez más, llegando a obtener un premio al tercer mejor vendedor de toda la región noreste del país.
Se podría decir que la carrera profesional de nuestro amigo se estaba desarrollando de forma muy satisfactoria, pero a él todos aquellos logros no le producían el nivel de satisfacción esperado. Con apenas 25 años, ya estaba cansado de las rivalidades y falsedades entre sus colegas de trabajo, y ya no le hacía ni un pizca de gracia tener que salir a cenar y beber con su jefe, ritual empresarial casi obligatorio en muchas partes del país, y que constituye uno de los tópicos más famosos y controvertidos dentro de la cultura popular.
Destroy. Una de las acuarelas de Qin.
Qin podía haberse aguantado y haber enfocado su vida como la mayoría de sus amigos, convirtiéndola en una cuestión casi de agallas, en una supervivencia del cuerpo y del estatus familiar que en más de una ocasión se paga con el sacrificio de la individualidad. Pero en lugar de ello, abandonó el camino que venía recorriendo, y dejó su trabajo justo antes de casarse con su novia, hecho que podría suponer un gesto de lo más romántico dentro de la cultura occidental, pero que difícilmente pasaría de ser considerado como una simple estupidez en la China de nuestros días.
Ahora Qin es miembro de la pequeña minoría de jóvenes chinos que ha optado por atreverse a soñar de verdad, y no a seguir a ciegas ese mal llamado “sueño chino” con el que las autoridades esperan reanimar la capacidad de esfuerzo y disciplina de la ya agotada población china.
Hace unos meses comenzó a trabajar como técnico de cámara en un conocido club nocturno de Changchun, labor casi inadmisible para cualquier padre de familia convencional. Trabaja unas pocas horas de noche, y de ese modo le queda el dinero y tiempo suficiente para dedicarse a su gran pasión: la fotografía.
Es muy posible que muchos paisanos identifiquen irresponsabilidad en su apuesta. Sin duda, muchos considerarán que la mejor opción era mantener a la familia unida y esforzarse por hacerla próspera. Pero esas eran las expectativas del entorno de Qin, no las del propio Qin.
Mientras él se empeña cada día por mejorar su técnica y sus habilidades como fotógrafo, su hijo crece arropado por el amor incondicional de los abuelos paternos. Qin sabe que le aguarda una gran responsabilidad hacia el futuro de su descendiente, pero al contrario que la mayoría, que se lanza a la carrera por acumular un legado de prosperidad material, ha elegido dejar como herencia un ejemplo de lucha por los objetivos personales.
Yo le deseo la mejor de las suertes.



Me ha gustado mucho….por cierto nos has compartido en meneame?
Muchas gracias Xabi!!
Sí, he enviado vuestra noticia sobre las consecuencias de la política del hijo único sobre las niñas sin identificación.
Me parece un artículo muy bueno.
Muchas gracias cualquier cosa en la que podamos colaborar contigo estaremos encantado igual que me gustaría coger un artículo tuyo y compartirlo en mi blog con tu nombre
comparte lo que quieras!! y estariamos encantados de que colaborasemos, por cierto!!! podria coger un articulo tuyo y publicarlo en mi blog con tu nombre?? gracias!
Hola Xabi, me parece bien, pero prefiero si lo haces compartiendo el post a través de la función que ofrece WordPress, o al menos dejando un link a mi blog al final del artículo.
Gracias!
Claro claro
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he compartido aquí el foto reporta ge que me había gustado! gracias por todo y estaría encantado de que pusieras nuestros artículos en meneame
Muchas gracias!! Así lo haré, descuida.
Muy inspiradora historia. ¡Qué valor! Mi más sincera admiración para el amigo Qin.
¡Muchas gracias! Le transmitiré tu mensaje a Qin, seguro que significa mucho para él.
qué linda historia! con 25 años y una carrera universitaria aún inconclusa, creo que muchas veces surgen este tipo de encrucijadas, más que nada al hablar con mis padres. Ellos ven como una prioridad el tener un coche, un trabajo estable, una familia “tradicional”…. y no ven con buenos ojos el que mi meta hoy día sea viajar y conocer más del mundo que, posiblemente, me sea difícil conocer cuando tenga esa familia que ellos desean y un trabajo estable.
Me inspiró mucho la entrada. un saludo!
Me parece que acabas de formular un dilema casi universal de las sociedades modernas. Entiendo muy bien tu postura, yo entré en la universidad con 3 años de retraso. Supongo que todos tenemos momentos de cumplir con lo que se espera de nosotros, y momentos en los que merece explorar caminos menos predecibles. En cualquier caso, te deseo la mejor de las suertes y muchos ánimos.